«…amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios» (San Marcos, 12)
Decía San Juan Cristóstomo en el siglo IV que «…El cuerpo de Cristo que está sobre el altar no necesita manteles, mientras que el que está fuera necesita mucho cuidado… ¿De qué le aprovecha a Cristo tener su mesa cubierta de vasos de oro, mientras él mismo muere de hambre en la persona de los pobres?»
Hoy celebramos el día del Cuerpo de Cristo. Ese trozo de pan que los cristianos acogemos entre nuestras manos, admiramos con nuestros ojos y saboreamos con el sentir del amor de Dios. Jesús se partió y se repartió como un trozo de pan; y así, quiso que le recordáramos, en una masa de harina y agua.
Partir, repartir y compartir. Esas palabras gozan por sí mismas de la belleza suficiente. Ese pan que se parte, reparte y comparte goza de la belleza del amor de Dios; del regalo que Jesús nos hizo con su vida. No decoremos con superficialidades humanas, la belleza que esconde la sencillez del gesto de Jesús.
Celebremos pues, el sabor que Jesús nos ofrece a través de una insípida oblea. El sabor del amor y de la vida. El sabor del que parte, reparte y comparte. El sabor de quien antepone el amor al prójimo sobre todas las cosas.
¡Pártete, repártete y compártete! ¡Tú también llevas el sabor de la vida y del amor!
¡Feliz día! #Betania